El deporte de élite y profesional está en peligro. No por la crisis
económica, que es un motivo, sino porque no todo vale para ganar.
Evidentemente que en el deporte de competición, todos los equipos juegan
para ganar y todos los jugadores luchan para sumar una victoria que les
permita obtener aquellos objetivos que se han marcado a principio de
temporada o que tienen al alcance. Por eso, soy de los que me gustan más
los valores que puede generar el deporte. Y es hasta aquí que me ha
llevado a ejemplarizarlo en un jugador y en una persona: Joan
Linares.
El jugador catalán, ahora en las filas de Umacon
Zaragoza, tiene el ADN de los valores que debe promover el deporte.
A sus 37 años continua haciendo lo que más le gusta, se siente fuerte
físicamente y mental y, además, rinde como lo ha hecho en los seis
equipos que ha jugado a lo largo de su dilatada trayectoria deportiva
(FC Barcelona, Talavera -en dos etapas-, Playas de Castellón, Inter
y Sala 10 Zaragoza).
Pero Joan, que es uno de los jugadores de
la LNFS que suma más títulos (36) en los diferentes clubes y siendo uno
de los referentes de la selección española (campeón del mundo y de
Europa) continua siendo el mismo que, junto con su hermano Andreu, fichó
por el Barça ya hace algunos años. Sigue marcando goles (ojo, ya suma
16 goles esta temporada!), mantiene una visión de juego privilegiada,
encomienda su generosidad en la pista y revaloriza el rendimiento de sus
compañeros. Y sino que le pregunten a Nano Modrego que, con Joan ha
encontrado al mejor aliado para recuperar su instinto goleador.
Lejos de los números, de las estadísticas y del currículum, Joan es un
referente para el deporte. Y lo es porque tiene unos valores innatos que
lo hacen ser un ejemplo para las futuras generaciones. Sí, al deporte
también tienen cabida aquellos que reivindican los valores del
compromiso, el esfuerzo, el juego limpio, la honestidad y el respeto.
Cuando
Joan marca un gol no se toca el muslo, no acalla al público rival, no
ridiculiza al jugador contrario ni hace gestos a sus compañeros porque
le idolatren. Todo lo contrario. Felicita a su compañero a pesar de que
el mérito ha sido suyo por una asistencia descomunal, celebra un gol propio agradeciendo el esfuerzo de sus compañeros y tampoco se queja de la tarea
arbitral. Y no acaba aquí. Los valores los mantiene fuera de la pista.
Tanto si gana como si pierde, da la cara y no se esconde a la hora de
hablar con la prensa. Siempre a punto. Para todo y en cualquier momento.
Eso
sí, no cobra la millonadas de euros como lo hacen profesionales de otros
deportes. Pero, en la vida el dinero tampoco lo es todo. Y el mejor de
todo, que continua siendo el mismo tras haber jugado más de 600
partidos en Primera División. Qué placer verte, todavía, Joan.
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